domingo, 19 de junio de 2011

Teléfonos de México

Durante el Porfiriato, en la capital del país, había la necesidad de una comunicación directa entre las comisarías, la inspección general y la oficina del gobernador y el Presidente.  El 15 de Diciembre de 1878 se realizó la primera red telefónica que conectaba dichas instancias. Dos años más tarde, se realizaba la primera llamada de larga distancia  entre la Cd. de México y la remotísima Coyoacán de ése entonces.    Para 1882 ya se había dado el permiso para que se instalaran compañías teléfonicas que cablearan y brindaran el servicio por toda la República. Ericsson y la Compañía Telefónica Mexicana (operada por extranjeros)   fueron las compañías encargadas de ésto.

Durante el período revolucionario, se suspendió casi en su totalidad el crecimiento telefónico y las líneas fueron dañadas para evitar la comunicación entre los militares primero y luego, entre las diferentes facciones enemigas.  Posteriormente, se reinicio el crecimiento de las redes, pero con las tendencias nacionalistas de tantos presidentes, Ericsson desapareció  y Teléfonos de México empezó a operar en Enero de 1948, como un monopolio estatal, sin una sana y libre competencia.  

Al igual que las demás empresas "administradas" por el régimen,  el intento de mantener la telefonía para México y en manos mexicanas, fué un desastre. Si uno lee la historia de la compañía en algún papel oficial, se maravilla de tantas cosas que nunca fueron vistas por los ciudadanos.  El servicio era pésimo y excesivamente caro.   Para contratar una línea, había que esperar hasta dos años y se tenían que "comprar" acciones por un valor que oscilaba entre los 3 mil a los 5 mil pesos, pesos "de aquellos" que actualmente equivaldrían a unos quincemil pesos.  Las llamadas se cobraban por tiempo de duración y por número de llamadas.  Una llamada de larga distancia nacional costaba un ojo de la cara y una internacional, el cuerpo entero.    Además, si se tenía la necesidad de hacer una llamada de larga distancia urgente, había que esperar hasta más de dos horas, no a que se desocuparan las líneas, sino que había que esperar a que las operadoras terminaran de maquillarse, peinarse o charlar.  Si se tenía que hacer una reclamación o aclaración, era necesario tener paciencia infinita para esperar a que el o la empleada, se dignara dirigir su mirada hacia el simple mortal que osaba interrumpir su conversación o su "lunch".


Para cuando el presidente Salinas de Gortari asumió el poder solamente dos de cada diez hogares tenían servicio telefónico.  Unos porque no se podían costear tal "lujo" y otros porque los escasos adelantos tecnológicos impedían dar el servicio.   Se dice que había más de un millón de solicitudes en período de espera y que las querellas sobre el mal servicio y los cobros indebidos,  abarrotaban  la Procuraduría de la Defensa al Consumidor.

Tras un período de "reestructuración y modernización", finalmente la empresa Teléfonos de México fué rematada.   Compañías extranjeras ofrecieron mejor precio por ella, pero como se estipulaba que era "requisito" que los accionistas mayoritarios fuesen mexicanos, se otorgó la subasta al Sr. Carlos Slim Heliú, que acortó el nombre de la compañía a TELMEX.  Si bien Telmex ha mejorado significativamente el servicio, los costos, las redes y la disponibilidad, quedará en la memoria de los mexicanos la poca claridad con la que se llevó a cabo la transacción.   Hay muchos mal pensados que opinan que Carlos Slim es sólo el prestanombres y que Carlos Salinas de Gortari es el verdadero dueño de la compañía.  

No lo quiero pensar así, porque si fuese cierto, significaría que los millones que se invirtieron en la dichosa reestructuración y modernización previas a la venta de Teléfonos de México, fueron gastados de NUESTRO dinero para que el nuevo dueño se ahorrara tal costo y obtuviera mayores ganancias.  Se me hace más fácil -por mi salud mental-, creer que tales arreglos se hicieron para "adecentarla" y poderla poner a la venta para quitarle de encima a los mexicanos  la carga contributiva que significaba sostener una compañía que operaba en números rojos.

Hoy me tomo mi jarro de atole.  ¿Y usted? 



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